sábado, abril 14, 2012

Y Arthur se enfiló hacia las montañas...

Arthur tenía varios días dándole vueltas a la idea de posibilidad, sus últimas lecturas lo habían llevado a considerar al azar como el fundamento originario de nuestra existencia, y cuando comenzó a derivar las posibilidades de la idea de posibilidad se ponía pálido, y su mente le recordaba que lo único que estaba haciendo era especular. Ella le había preguntado recientemente sobre si es que somos la consecuencia de una posibilidad y si todos los universos posibles suceden; entonces en algún universo “existe una realidad que sabe de nuestra existencia y puede y quiere cambiar nuestros destinos a un “felices por siempre” ¿entonces porque no lo hace?” Hubo una pausa larga mientras los dos intentaban comprender la pregunta y la posible respuesta, cuando ella levanto la cara impulsada como con un chispazo y remato: ¿o acaso ya lo está haciendo y nuestro final es inminente?

El no su supo que contestar, ella lo noto y se hizo un largo silencio. Posteriormente cambiaron el tema, pero él ya no podía dejar de pensar en otra cosa. Esa noche al seguir reflexionando sentado en un sillón de la biblioteca, miró hacia uno de los estantes y recorrió con la mirada los libros perfectamente acomodados, y rápidamente uno le hizo esbozar una pequeña sonrisa. Era el Lobo estepario, si, aquel viejo libro de tapa dura roja y arrugada que no tenía ninguna texto en la portada o la contraportada, pero él lo reconocía sin duda; se acordó de su época de estudiante y de cómo aquel libro de Hesse desató la furia de una de sus maestras por el atrevimiento de Arthur de compararlo con Dostoievski. La maestra veía en Dostoievski la posibilidad de redención de los valores tradicionales, mientras que en Hesse veía el camino del abandono de la jerarquía social, del bien común a cambio del bien individual incluso a costa de la sociedad burguesa y sus valores cristianos. Arthur recordó con gusto aquella frase de un amigo que al discutir sobre el tema le recordó que tuviera cuidado de aquellos maestros que “envenenan a los jóvenes con las humanidades pero luego nos les muestran ninguna.” Arthur sonríe siempre que recuerda esa frase. Pero la sonrisa se desvanece pronto, porque rápidamente recuerda la conclusión del camino de Hesse y le da cierto escalofrió. No se trata de ningún libro posterior o de un giro en su pensamiento, se trata de algo muy simple, y se refiere a los últimos años de Hesse: En la entrada de su finca había un cartel de madera: “Visitas no por favor” Un día un amigo y colega de Hesse escribió abajo del cartel: “Bueno, otro día será. Saludos, Thomas Mann” Sin embargo lo que a Arthur más le ha impresionado no es esta vieja anécdota, sino lo que sucedía si alguien iba más allá y franqueaba esa primera barrera; en la puerta de entrada se podía leer con letras grandes y elegantes:

“Cuando uno es viejo y su trabajo está acabado,
tiene derecho, en la quietud, a trabar amistad con la muerte.
No necesita a los hombres. Los conoce; ya lo has visto bastante.
Lo que necesita es tranquilidad.
No está bien buscar a este hombre, abordarlo,
molestarlo con charla.
Lo correcto es pasar por la puerta de su casa
como si nadie viviera aquí”

Y Arthur recuerda a Zaratustra y a su “Saber pasar de largo” y su mirada su vuelve cada vez más sombría. Y es que no está seguro si algún día estará preparado. ¿Y si nunca llega ese día? Es una posibilidad - Piensa - Si todo es posible Nada es necesario. Intenta despejar su cabeza, pero no puede, sin darse cuenta se queda dormido en el sillón de la biblioteca, Simone entra de puntillas, apenas haciendo crujir la madera y desde lejos lo observa, incluso dormido parece concentrado, como si no pudiera dejar de pensar en algo, sus labios dibujan una linea recta, inexpresivos.

Respira hondo, camina unos pasos mas, recoge su cabello para no hacerle cosquillas y lo besa, ella no espera que le corresponda - el pobre está profundamente dormido- pero la sorpresa crece cuando sucede, un beso correspondido, largo y cálido... Simone no quiere verlo a la cara, ahora se siente llena de vergüenza, se acurruca en el sillón junto a él.


-"Ya lo decidí Arthur, he decidido que  nuestra posibilidad es un "felices por siempre" incluso si eso nos hace desgraciados... -aclara su garganta y suelta una frase con aire solemne- "Es Muss Sein!" 








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Gracias por la colaboración Arthur!

2 pensamientos.:

Anónimo dijo...

Bien! muy bien!...me gusta!

Señorita Escarlata dijo...

:) !!!!

What Would Lisbeth Do?