martes, febrero 15, 2011

Un filósofo, una princesa, un perro y una biblioteca.

Si te perdiste la "primera parte" puedes leerla dando click AQUÍ

Esta entrada tiene una colaboración muy fuerte por parte de J.Francisco, quien se queda con mi eterno agradecimiento, gracias colega.

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Al tomar la primer bocanada de aire su cabeza trabajó al máximo para llegar a una conclusión :


-"Hans no tiene manos" - dijo en voz alta.

-"¿Y para qué las querría?"

Simone se desconcertó, era la voz de un hombre adulto, quizo abrir sus ojos pero descubrió que el frío lo hacía imposible, sus párpados quemaban.

-"Aguarda un poco" - Dijo el extraño.

La princesa solo podía guiarse por sus demás sentidos, sintió el agua moverse cuando él logro salir apoyado en el hielo, después le pidieron levantar las manos y ella obedeció sin chistar, el hombre hizo ruido de un tremendo esfuerzo cuando la tomó por las axilas, Simone pensó que era obvio, el vestido y el abrigo pesaban secos, con el agua ese peso debió volverse al triple.

Caminaron despacio debido al miedo de volver a caer, ella decidió intentar abrir los ojos y giró para ver quién era la persona que la había rescatado.

Su perfil era anguloso y la nariz recta, estaba empapado, unas gotitas de agua corrían por su flequillo mientras unos carámbanos comenzaban a formarce en sus patillas, esto le dió tanta gracia a Simone que soltó una risita e inmediatamente miró al suelo, la verguenza le hizo llegar un poco de calor a las mejillas, aquel hombre la miró de reojo, pensativo.

Los pies de la princesa estaban por fin en nieve firme y se vio tentada a besarla, la muerte le había rozado la nariz hacía pocos segundos y ya no sabía si temblaba de frío o miedo.

Sintió después peso en sus hombros seguido de una tibieza reconfortante, Simone adivinó al instante que tenía sobre ella una gabardina de lana, el olor era inconfundible.

Hans se les incorporó inmediatamente moviendo la cola alegremente, Simone se agacho para abrazarlo fuertemente.

El perro le susurró al oido “¡Lo encontramos Simone! ¡Lo encontramos!” le lamió una mejilla y después corrió en círculos al rededor del filósofo.

-"¡Hola de nuevo Hans! tengo un tazón repleto de duraznos para ti en la biblioteca, está a unos tres kilómetros de aquí pero se ve a simple vista - dijo el filósofo señalando al este - hacía allá"

-”¡Cómo no lo vi antes! me adelantaré si no les molesta, estoy muy feliz y ya se como celebrarlo”

Hans se alejó trotando a gran velocidad hacia la biblioteca.

-"Nunca lo había visto correr de esa forma" - Simone lo dijo casi en un susurro.

-"Bueno, es que el ama los duraznos, nosotros también debemos apurar el paso si no queremos pescar una enfermedad..."

El filósofo caminó pero la princesa no lo siguió, éste al darse cuenta dió media vuelta, curioso; Simone comenzó a hablar.

-"...¿Podré confiar en usted? Quiero decir, he estado buscándole por mucho tiempo pero no le conosco y usted de repente me trata como si fueramos amigos, esto no deja de parecerme extraño y quiero dejar las cosas muy en claro, me han robado el corazón, por si lo que pretende es una conquista, tampoco tengo dinero...si busca ganar algo conmigo, advierto que no lo tendrá”

Él se quedó en silencio un segundo, asientió lentamente y se acercó a Simone.

-"Me llamo Arthur" - dijo extendiendo su mano derecha

-"Simone" - ella dió una ligera reverencia y tomó la mano del filósofo, estába helada.

Arthur  besó su mano suavemente, ella sabía que en cualquier otra ocación su corazón se habría acelerado seguido de un suspiro por demás cursi, pero ese beso se sintió como si cualquier cosa la hubiera rozado.

-"Vamos a la biblioteca, cuanto menos a recuperar algo de calor y ponernos secos, después decidirás que hacer, por lo poco que vi estabas resignándote a vivir sin corazón"

La princesa corrió hacia el edificio con Arthur detrás, llegaron relativamente pronto.

Aquel edificio tenía sus peculiaridades, la fachada estaba constituida por pedazos de platos rotos, todos ellos formaban parte del decorado, la forma de los platos formaba mosaicos multicolor, verde, naranaja y dorado por allá, parecía una estructura viva que se fusionaba con la manera de pensar del filósofo.

Durante algún tiempo Simone tuvo que acostumbrarse a la colorida construcción a donde había sido llevada, al entrar pudo ver que se encontraba iluminada por grandes ventanales, a su izquierda se encontraba una habitación algo diferente, la cocina era parte de la construcción, grandes y relucientes ollas de metal asomaban entre las pilas de platos con esmalte blanco, 2 sillas rústicas y una mesa de tablones en donde habían migajas de pan y algo de queso, más al fondo una estufa de leña asomaba débilmente entre las sombras, todo eso era el paisaje que miraba Simone.

-”No suele tener muchas visitas” pensó.

Se quedó quieta, el frio aun le calaba los huesos, el filósofo la miró un instante y salió de la cocina para regresar con una caja bastante empolvada.

-”No se si te quede, pero me temo que es lo único que tengo”

Al abrir la caja ella descubrió un vestido con detalles asíáticos, asintió con la cabeza mirando al filósofo en señal de agradecimiento.

-”¿De su mujer?” preguntó tajante.

El filósofo rió.

-”No, mi último visitante era un comerciante de lejanas tierras orientales, me dejó algunas de las cosas que traía consigo, como ese vestido, algunas telas y especias como muestra de agradecimiento por haberlo alojado, es un buen hombre”

-”Disculpe el atrevimiento, creo que no debí preguntar esas cosas...”

-”Preguntar es sano... te dejaré sola, yo también necesito quitarme esta ropa mojada”

Una vez secos el filósofo decidió darle un paseo a esta jovencita por su obra, su edificio, su biblioteca, su todo; para ello ya había dispuesto, Simone sentía algo de desconfianza, pero sabía que afuera la tormenta era más cruel que la cálida y confortable edificación a la cual había entrado con el filósofo, así que aceptó.

Las imponentes escaleras con incrustaciones multicolores se extendía por 3 pisos, claramente se veían libros de todos los tipos saliendo de esos lugares, raras enciclopedias y libros extraños atiborraban incluso los lugares destinados a ropa, sillas, mesas, cuadros, el filósofo tenía por vocación, sus libros.

Casi llegaban al tercer piso cuando un ruido estridente proveniente de la cocina les provocó un buen susto,  Arthur invitó a Simone a seguir adelante mientras averiguaba lo que pasaba.

Ese piso se constituía por un largo pasillo, la princesa no se llevó una gran sorpresa al ver lo que allí había.

-”Más libros... bueno, es una biblioteca, no puedo esperar encontrar otra cosa”

Sin embargo al final del pasillo se veía una gran puerta entreabierta, ella sintió curiosidad y decidió averiguar.

Era nada más ni nada menos que una habitación compuesta de una cama, un estante de libros (que raro), demasiadas cosas antiguas, quizá fruto de sus viajes; En la ventana se encontraba un telescopio, fruto de su afición por las estrellas seguramente, eso Simone lo sabía pues en la entrada principal se levantaba un mural con el firmamento por tema principal.

-”Umm, seguramente es su habitación, la cama no está tendida”

Escuchó entonces pasos por la escalera y decidió caminar lo más rapido que pudo, se puso a mitad del pasillo, tomo un libro cualquiera y actuó como si lo ojeara, no estaba bien espiar las habitaciones ajenas, Arthur le dio alcance inmediatamente.

-”¿Qué te parece ese libro?”
-”Es interesante...muy interesante”
-”Que bueno, es difícil encontrar a gente que le interese la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob”
-”Sí, pobrecito hombre”
-”...así se llama la enferedad”
-”oh”

Silencio incómodo...si había algo que no le gustara a Simone, era quedar como una tonta, pero ya poco podía hacer, así que decidió cambiar el tema a algo que venía preocupandola desde su llegada a la biblioteca, así que carraspeó.

-”Disculpe señor...”
-”Arthur, por favor”
-”...Arthur, me temo que debido al mal tiempo no podré salir de aquí al menos esta noche, espero pueda darme morada hasta que el clima mejore”
-”Lo siento, hace ya tantos años que no recibo una visita que me he olvidado del protocolo, tú veniste a pedir mi ayuda y yo acepto, puedes estar aquí el tiempo que desees, a partir de estos momentos este edificio es tuyo también.”
-”Muchas gracias Arthur”
-”En ese caso, permíteme llevarte a la que será tu habitación.

Durante el recorrido, simone contemplaba muchos cuadros antiguos y algunas fotografías de lugares exóticos y desconocidos para ella.

Bajaron a la segunda planta y justo en el descanzo de la escalera había una puerta pequeña (a comparación de la que había visto en el piso anterior) que ella no había notado, Arthur giró la cerradura de latón.

La puerta de madera crujió al momento de abrírsele lentamente, la habitación tenía un tapiz rojo con detalles dorados, lo primero que llamó su atención fue un gramófono y varios discos, justo en medio se encontraba una cómoda cama con dosel, donde tela aperlada cubría el techo y la cabecera de la misma, también contaba con un enorme ropero antiguo, un espejo de cuerpo entero y al fondo, junto a las cortinas, una mesita presumía un enorme jarrón lleno de claveles blancos.

Detras de las cortinas se escondía un ventanal enorme que daba a un balcón, pero debido a la cantidad de nieve se quedó con deseos de salir.

Simone agradeció nuevamente la generosidad del filósofo quien se dirigió a la puerta con paso lento y seguro.

-”Si necesitas algo, estaré en la planta de arriba, solo basta con que toques a la puerta que está al final del pasillo, no te preocupes por Hans, decidió quedarse a dormir en la cocina, al parecer encontró más duraznos.

La princesa asintió y no cerró la puerta hasta escuchar a Arthur dar pasos en la planta superior, sabía que ante todo debía ser precavida, y no fiarse de tanta amabilidad, no es una mala persona quien te salva de una tormenta, pero también sabia que a final de cuentas era un desconocido así que echó el pestillo a la puerta y muerta de cansancio decidió irse a la cama.


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Un filósofo, una princesa, un perro y una biblioteca. por Fabiola Velez se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.

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